12/07/2022

El sector turístico es uno de los más vulnerables ante el cambio climático. No obstante, desde el punto de vista de la oferta, la diversidad de destinos, de servicios turísticos y de actividades de ocio conlleva también diferentes niveles de riesgo. Lo mismo sucede desde el punto de vista de la demanda, cuyo nivel de confort climático variará en función de variables como el lugar de origen, la edad o sus preferencias personales. Esta casuística hace del cambio climático un gran reto para el sector turístico en la actualidad.

Vulnerabilidad de destinos turísticos

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT) y el Programa para el Medioambiente de las Naciones Unidas (UNEP), las regiones donde la actividad turística es más vulnerable son el Mediterráneo, el Caribe, el Océano Índico y Pacifico y sus islas pequeñas, Australia y Nueva Zelanda.

Así mismo, los destinos turísticos más vulnerables son aquellos donde su oferta depende en gran medida de la buena conservación de los recursos naturales y de las condiciones climáticas. Por ejemplo, en los destinos de sol y playa, se espera un aumento de temperaturas, pérdida de playas, proliferación de especies que incomoden a los turistas (p.e. algas, medusas, mosquitos…), cambios en el paisaje y en la biodiversidad, así como pérdida de corales y otras especies.

En los destinos de montaña donde el esquí constituye su actividad principal, se espera que el calentamiento global y la reducción de precipitaciones pongan en peligro la disponibilidad de nieve, tanto de origen natural como artificial. Además, numerosos enclaves están expuestos a fenómenos meteorológicos extremos por su ubicación geográfica. El IPCC prevé que estos fenómenos sean cada vez más frecuentes e intensos. Pueden mencionarse, por ejemplo, las olas de calor, los incendios forestales, los temporales marítimos, las tormentas e inundaciones y los huracanes.  

Medidas de mitigación y adaptación al cambio climático

De este modo, se esperan impactos del cambio climático en el turismo, pero al mismo tiempo el turismo intensifica el cambio climático generando gases de efecto invernadero, principalmente asociados al transporte. Por eso, el sector turístico debe enfrentar el reto del cambio climático en una doble dirección.

Por un lado, hay que implementar medidas de mitigación, que consisten en la reducción o compensación de los gases de efecto invernadero que genera la propia actividad turística. Pueden nombrarse medidas de eficiencia energética, de reducción de consumos, de sustitución de fuentes fósiles por energías renovables, o de acciones que compensen las emisiones generadas, por ejemplo, con la plantación de árboles.

Por otro lado, deben llevarse a cabo medidas de adaptación, que permitirán la sostenibilidad futura del turismo ante nuevas condiciones climáticas. Puede diferenciarse entre adaptación reactiva, ante un fenómeno inesperado, por ejemplo, un temporal; y adaptación proactiva, una planificación a largo plazo que considera las proyecciones climáticas futuras. Como ejemplos, cabe mencionar la introducción de criterios bioclimáticos en las nuevas construcciones, las medidas de protección del litoral o las acciones para diversificar la oferta de actividades reduciendo la dependencia de las condiciones climáticas actuales. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta la capacidad de adaptación de la demanda turística y su percepción del riesgo. Por tanto, se esperan cambios en la demanda tanto a nivel temporal (dependiendo en qué época viajará), como espacial (a qué destino viajará).

Necesidad de anticipación y planificación

Mientras la mitigación tiene impactos globales, la adaptación pone el foco en las consecuencias locales. En ambos casos, el éxito de las estrategias requiere de la colaboración público-privada, de una planificación turística largoplacista y de una transferencia eficaz del conocimiento científico hacia los decisores públicos y privados. En definitiva, se trata de estimular la oferta y la demanda para la creación de una oferta turística que conjugue las nuevas condiciones climáticas y una baja huella de carbono, tal y como recoge el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030.

La información climática es de utilidad para la gestión turística por diferentes motivos. Entre otros, tiene repercusiones en las inversiones, en la planificación de personal y recursos, en el diseño de nuevos productos y experiencias turísticas, y en la comunicación y el marketing de los destinos turísticos. En cualquier caso, el cambio climático se erige como una cuestión transversal de gran impacto que deberá tenerse en cuenta por parte de todos los actores turísticos para poder hablar efectivamente de turismo sostenible. Este mismo enfoque es el que adoptan los Fondos Next Generation EU y su asignación en el Componente 14 del Plan de Modernización y Competitividad del Sector Turístico del Gobierno de España.

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Raquel Santos